lunes, 3 de junio de 2013

Novela Soy Calle 1º entrega:

  
Invierno de 1996,  
1

Ahora si que entiendo lo que significa: “Al mal tiempo, buena cara”. No es solo una manera de ver las cosas, sino toda una declaración de principios. El frío me obligó a buscar refugio. En la rotonda me detuve. Dejé la bicicleta apoyada en el cordón de la vereda. Me prendí el saco y una vuelta más alrededor de mi cuello con la bufanda. Me froté las manos. El horizonte se aclaraba y volvía plomiza la ciudad que dejaba atrás. De ahí podía divisar el caserío al que todos llamaban La Colonia. A primera vista, parecía el decorado abandonado de un set de filmación.
Encendí un cigarrillo.    
El viento mecía los árboles a su antojo. Sentí la flojedad recorrer mi cuerpo. Me senté en el banco que estaba bajo el reparo metálico de la parada del colectivo.
Un perro, al que recién vi cuando se quejó, permanecía acurrucado debajo del banco mirándome entumecido.     
—¡Ya me cago de frío! —le dije mientras el humo salía de mi boca entremezclado con las palabras.   
El perro meneó la cola.
—Por lo que veo, no tenés donde volver.
Estiré la mano y le acaricié el lomo.
—Te llevaría conmigo, pero el lugar al que voy es prestado.
Di pitadas cortas.     
El frío envolvió mi cuerpo nuevamente. Me levanté. Tiré la colilla del cigarrillo y la aplasté con el zapato. Me acomodé el bolso en el que llevaba en la espalda, subí a la bicicleta y me puse en marcha nuevamente.

Las casas a medio construir estaban alineadas de forma ilógica. Era evidente que la escasa urbanización fue adaptándose a la irregularidad del terreno. Salvo la calle a la que los vecinos llamaban: “principal” porque atravesaba el caserío de lado a lado, el resto no tenían nombre. Se las identificaban con un número.