Novela Soy Calle 1º entrega:
Invierno de
1996,
1
Ahora si que entiendo lo que significa: “Al mal tiempo,
buena cara”. No es solo una manera de ver las cosas, sino toda una declaración
de principios. El frío me obligó a buscar refugio. En la rotonda me detuve. Dejé la
bicicleta apoyada en el cordón de la vereda. Me prendí
el saco y una vuelta más alrededor de mi cuello con la bufanda. Me froté
las manos. El horizonte se aclaraba y volvía plomiza
la ciudad que dejaba atrás. De ahí podía divisar el caserío al que todos
llamaban La Colonia. A primera vista, parecía el
decorado abandonado de un set de filmación.
Encendí un cigarrillo.
El viento mecía los árboles a su antojo. Sentí la flojedad
recorrer mi cuerpo. Me senté en el banco que estaba bajo el reparo metálico de
la parada del colectivo.
Un perro, al que recién vi cuando se quejó, permanecía
acurrucado debajo del banco mirándome entumecido.
—¡Ya me cago de frío! —le dije mientras el humo
salía de mi boca entremezclado con las palabras.
El perro meneó la cola.
—Por lo que veo, no tenés donde volver.
Estiré la mano y le acaricié el lomo.
—Te llevaría conmigo, pero el lugar al que voy
es prestado.
Di pitadas cortas.
El frío envolvió mi cuerpo nuevamente. Me levanté. Tiré la colilla del cigarrillo y la
aplasté con el zapato. Me acomodé el bolso en el que
llevaba en la espalda, subí a la bicicleta y me puse en marcha nuevamente.
Las casas a medio construir estaban alineadas de forma ilógica. Era evidente que la escasa urbanización fue
adaptándose a la irregularidad del terreno. Salvo la calle a la que los vecinos
llamaban: “principal” porque atravesaba el caserío de lado a lado, el resto no
tenían nombre. Se las identificaban con un número.