sábado, 28 de abril de 2012



Breve biografía de la noche                                              

Prosa poética 

2
Me levanto y camino con pasos lentos,
con la misma lentitud que me encamino hacia la cerrazón que me envuelve con sus alas de noche.    
Sé que he venido para desaparecer,
ésa es mi única certeza, y tal vez mi única esperanza.
Cuántas cosas están extraviadas en los laberintos del futuro que ahora puedo ver velado. 
No se puede ir al más allá evadiendo esta sanción
que nos prodigaron por nacer.
Mi risa es tímida cuando me adentro en esta pesadilla
de la que no saldré jamás.
En vano busco una puerta por donde salir.
Ante mí, todo puede descomponerse en cuestión de segundos, como así también, todo puede volver a componerse, como por arte de magia. Eso no deja de ser alentador.
Puede que no tenga razón, pero no es tener la razón lo que busco, hay cosas que escapan a la razón.
El animal que vive dentro de mí es el que habla,
y cuenta qué tan ingenuo es un filosofo
que piensa que la filosofía es cruel y sin sentido.
¿Quien dijo que soy débil?  
¿Quien dijo que soy un poeta que ya no se atreve a escribir poesía, porque ya no puede observar lo que le pasa al mundo?

Para los que me conocen, pronuncio las palabras con demasiada calma, sobre todo mi frase favorita: la nostalgia es indolente. Lo que ellos no saben, es que la frase reclama una cadencia efectiva, con el aliento contenido, hasta que por fin la tonalidad se deshaga como un suspiro en el aire.
Tengo la sensación de estar parado en el borde de un precipicio, a merced de mi buen sentido de la orientación.  
Debe ser mediodía. Intento componer una respuesta acorde con mi sospecha: La vida es una metáfora.
No será esta noche perpetua la última imagen que yo vea.  Y si así fuera, entonces guardaré para mí los más mínimos detalles, aún los menos perceptibles, de la última jornada que vi con mis propios ojos.   
No quiero que se me escape ninguno. A mi vida le sobran escenas como ésa: un día pleno de luces hasta hacerme agotar los recuerdos de otros días.
Los párpados me pesan. Debe ser mediodía. ¿Parecido a que mediodía?
Como verán, he perdido la noción del tiempo, la perspectiva, la certeza de saber que todo cuerpo sensible, ocupa un lugar, un espacio compuesto de alto y bajo, delante y detrás, derecha e izquierda.
Con una especie de alegría demencial, escribo, leo, y me quedo a solas con mis pensamientos.
Las frases en los libros serpentean desde hace tiempo,
se escabullen como adrede entre cortinas de humo.
Esta ceguera que imita la mirada, mendiga los colores almacenados en mi memoria como mi más preciado tesoro.   
A veces me despierto pensando que todo es un sueño. 

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